lunes, 16 de enero de 2017

Veronik, Anómala, 2017: Su Majestad, el Theremin.

¿Alguna vez les ha sucedido que, al ver pasar a una persona, su rostro les parece familiar, como si la hubieran visto antes o lo conocieran de algún lugar o momento, sin poder recordar cuál? Seguramente sí. Esa sensación también la percibimos, por ejemplo, cuando vemos una película y nos parece reconocer a un actor pero no recordamos en qué otro film lo hemos visto. Lo mismo pasa con la música. El universo musical en el ámbito instrumental es amplio, casi infinito. Existen instrumentos que hasta el día de hoy no han obtenido el reconocimiento que se merecen o son desconocidos para las multitudes, sin saber que lo más probable es que sí los hayan oído, solo que no lo sabían. Uno de los casos más emblemáticos de lo antes expuesto es, sin duda, el theremin. 
No hablaremos aquí de la historia del instrumento, solo que hay que recordar que es el precursor del mundialmente famoso sintetizador, un dato no menor y que sirve de referencia para entender su importancia. El theremin cumplirá dentro de dos años su primer centenario de existencia. Durante esos casi cien años ha sido protagonista, elocuente y sutil, de grandes joyas musicales. Todos (en especial los que gustamos del rock) hemos escuchado el hermoso sonido de ese enigmático instrumento, pero pocos sabíamos de su presencia en aquellas canciones que nos deleitaron. El theremin ha dicho presente desde Beach Boys, pasando por Led Zeppelin o los inacabables Rolling Stones, entre otros nombres ilustres.

Pero, hay otra (imprescindible) protagonista en esta historia. La talentosa artista peruana Veronik (Veroniqué Miró Quesada Meguerditchain), consiguió hacerse un lugar en la escena musical peruana a través de su participación protagónica en proyectos como Valium Veronik y los Gatos Eléctricos. El tiempo transcurrió y así Veronik "conoce" al theremin, al descubrir su presencia en el álbum de Beach Boys, "Pet Sounds" de 1966. Su interés se convirtió en enamoramiento después de contemplar la forma y estructura del instrumento descubierto. Una hermosa caja rectangular de madera con una vistosa antena, con toda esa esencia vintage que (sumado al peculiar y hermoso sonido que de él emanaba) harían imposible que instrumento y músico se separaran. Ya con el theremin como compañero de ruta, Veronik colaboró con diversas agrupaciones, una lista que incluye a Los Protones, Los Mirlos, entre otros. Así, este año, la artista nos presenta (acompañada de Maribel Tafur en el bajo y Walo Andreo Carrillo en la batería) la consecuencia de aquel idilio, que a su vez constituye su segundo trabajo como solista. Anómala es su homenaje a ese amor correspondido por el theremin, y cuyo  resultado es, por decirlo menos, una grata y deliciosa sorpresa.

Todo empieza con Crisálida, una canción nebulosa, envolvente y misteriosa, como el canto hipnótico de una sirena que enamora al desprevenido marinero en el muelle, con la noche oscura como único testigo. 

Luego, Cerré los Ojos, es algo más "simple" que su antecesora, pero no por ello carente de una estructura sólida, fácil de escuchar y disfrutar. Un track que coquetea sutilmente con el blues, en una relación de subordinación, el theremin manda, el bajo obedece.

Tormenta nos recuerda aquella experimentación tan presente en Led Zeppelin cada vez que Page así lo quería (Jimmy es uno de los grandes precursores del theremin en el rock, y un importante difusor de la importancia de dicho instrumento). Aquí el theremin exclama, grita, exige ser escuchado y presume su grandeza.

Gallinazos es la pieza más densa de la obra, muy elaborada, genera el recuerdo sonoro y la atmósfera de aquellas viejas películas de terror/suspenso de los 50's, como si contempláramos a Vincent Price ejecutando alguna historia escrita por Edgard Allan Poe. Tan tenebrosa como hermosa y atrapante. 

En Anómala, el tema que le da el nombre al trabajo, el rock aparece en todo su esplendor. El theremin decide compartir su protagonismo con la guitarra. Rock clásico e innovador a la vez. 

Adiós laberinto es nostalgia pura y acústica. Tristeza y evocación, una canción de recuerdos y despedida que estruja el corazón.

Llega el epílogo, Primavera es el final adecuado, un acto de justicia en sí mismo, esta vez el themerin cede su lugar de privilegio a la voz de la propia Veronik, una muestra de que el amor entre ambos es mutuo. Se pueden percibir algunos chispazos de folk modernizado gracias al "novedoso" instrumento. Una canción que le encantaría a Neil Young.

En suma, Anómala es una propuesta arriesgada, compleja y completa. Una experiencia agradable y altamente recomendable. Un álbum versátil ya que recorre más de un genéro, demostrando que este (injustamente) poco conocido instrumento puede adecuarse a cualquier terreno, claro está, si está en manos de alguien con la capacidad y virtuosismo de artistas como Veronik, que sabe cómo sacar el mayor provecho de su gran amigo, su Majestad, el Theremin.

P.d.: el disco se encuentra disponible en plataformas digitales, pudiendo ser escuchado en Spotify en este enlace https://play.spotify.com/album/4iquAeSAYAtbi355gXM4gy