lunes, 11 de enero de 2016

Hasta Siempre, Dulce Príncipe.

Pensaba escribir esta semana sobre tu nuevo y reluciente álbum. Aquel que nos regalaste el mismo día de tu cumpleaños. Ahora lo entiendo todo. Fue la despedida perfecta, la mejor pensada. Eras consciente que se trataba de tu último trabajo, con "apenas" siete canciones, que no solo eran muestra de que para hacer un gran disco no hay que llenarlo de música, basta con la dosis exacta, pero también era la señal de que las fuerzas ya no te acompañaban, que era imposible realizar algo más extenso, con el riesgo de no terminarlo.

Mis dos últimas crónicas fueron despedidas, Scott, luego Lemmy. Mi temor era que hubiera una tercera ("siempre se van tres" solían decir nuestros abuelos). El temor se concretó. Parece que el olimpo del rock quiere recuperar para sí mismo a sus mejores componentes, que vivan eternamente en otra dimensión, aquí, abajo, ya lo dieron todo y merecen un descanso y vivir de sus "rentas" muy bien ganadas. Pero duele, y es que... David, no eras uno más. Todo tu ser era arte en sí mismo, tu vida en el música y el cine son los ejemplos más claros de lo que significa la versatilidad como don. Tu manera de expresarte, tus colores, tu andar, todo era arte, escucharte o contemplarte era el arco iris necesario en los días grises y siniestros.

Como siempre digo, cuando algo así sucede, no pretendo realizar una semblanza, porque las habrá de sobra, tampoco un homenaje, porque me quedaría corto, pero sí, al menos, expresar un poco de lo mucho que significaste en mi vida. Confieso que en estos últimos años te disfruté más, quizás por una cuestión de conexión, de entender más las cosas cuanto más viejo me voy haciendo. Mis primeros recuerdos tuyos me llevan a los 80's, tu etapa más radial, más pop y mediática, por llamarla de alguna manera. Pero con el paso tiempo, y mi gusto por el rock clásico fui descubriendo al "otro Bowie", aquel que para la dictadura radial de lo común casi no existe, pero que influenció a casi todo lo que hoy conocemos como música, con su propuesta revolucionaria, andrógina, espacial, colorida, camaleónica y adelantada a su tiempo. 

Y así como supiste crear un estilo también lograste adaptarte cuando era necesario, por algo eras (y siempre serás) El Camaleón. También te vi en el cine, tu aspecto sideral encajaba perfectamente para contar (y cantar) historias fantásticas, protagonizar cuentos en movimiento, fábulas de carne, hueso y celuloide. Tu obra tuvo críticos y amantes, como le sucede a todo trasgresor, hubiera sido muy aburrido que todo el mundo te amara, sabrías que algo no andaba bien. Hiciste del arte un sinónimo libertad, como una continuación de Andy Warhol (probablemente el hombre que más te inspiró) pero llevada por otros senderos.

David, no se que más decirte. Ahora descansa, solo me queda darte las gracias por todo (creo que nunca esta palabra fue tan integral como hoy), por el legado mágico, infinito y cósmico, por las horas de compañía, por las historias fantásticas y reales. Duerme Dulce Príncipe, te lo has ganado, aquí dejas tristeza pero también una interminable paleta de colores y sonidos para d
disfrutar por siempre. Gracias por eso, David Bowie.


     


No hay comentarios:

Publicar un comentario