viernes, 4 de diciembre de 2015

Hasta la vista, querido Scott.

El rock nuevamente recibe uno de esos dolorosos golpes mortales, Scott Weiland parte hacia el universo eterno, dejando tras de sí un legado musical enorme. No pretendo hacer una síntesis biográfica de este gran artista (aunque es imposible no hacer algunas referencias a tan destacada trayectoria), ni tampoco explorar las causas de su muerte, su estilo de vida, ni nada por el estilo, ya muchos se encargarán de hacerlo, para bien o para mal. Simplemente quiero despedirme y hacer catarsis, porque hay muertes que nos tocan en lo más profundo, por más que con la persona en cuestión no nos una ningún lazo sanguíneo o amical, pero sí uno creado por el arte, la música, que puede ser nuestra mejor compañera en los momentos más difíciles, y también en los placenteros.

Weiland fue uno de los pilares vocales de su generación, no podríamos describir y analizar el rock de los 90’s sin mencionar su aporte. A pesar de las dificultades iniciales que tuvo con su banda emblema Stone Temple Pilots, al ser comparada con otras de la escena de aquel entonces, en especial Pearl Jam, Scott supo labrar su camino, definir su estilo y el de su banda, alejarse de los estereotipos y dejar una huella profunda.

Su andar musical fue, además de complejo y turbulento, variado y versátil. Luego de su primer alejamiento de STP, mostró lo que podía hacer como solista, y no tardó mucho en encontrar otro proyecto que lo acogiera, Velvet Revolver lo unió con los exintegrantes de Guns N’ Roses, y el resultado fue más que óptimo, dejando algunas canciones que ahora son consideradas "clásicas contemporáneas". Años antes de esa unión, en 1995, Scott grabó dos temas (uno de ellos un cover de John Lennon) con un proyecto alterno a STP llamado The Magnificent Bastards que, a pesar de su paso poco conocido, breve y escaso, es recordado por unos pocos por la calidad y solidez del trabajo. Veinte años después, en 2015, tuvimos la oportunidad de escuchar lo último que nos ofrecería sin saberlo, su nuevo proyecto al lado de The Wildabouts, un disco que prometía mucho para el futuro de esta nueva aventura. Lamentablemente este nuevo grupo parecía estar condenado a las sombras y tristezas, ya que había sufrido la pérdida de uno de sus integrantes, el guitarrista Jeremy Brown, fallecido también este año.

Scott supo sacarle provecho a su voz, exploró texturas y sonidos, grabó un disco solo compuesto de canciones navideñas, otro de covers y, claro, también nos ofreció sus propias creaciones. Tuvo su “revancha” con Stone Temple Pilots, volviendo a ponerse frente al micrófono y luciendo todo su potencial como uno de los mejores “frontman” del rock, su carisma y movimiento corporal era el combo perfecto, su vertiginoso sello de fábrica.

Este “segundo tiempo” produjo nuevos temas y lo trajo de gira hasta aquí, a Lima, pudiendo cumplir uno de mis sueños personales, ese que siempre anhelé desde que escuchaba sus canciones en mi vieja radio o en el walkman que me desconectaba del bullicioso y contaminado ruido de la ciudad. Verlo en plenitud fue un regalo, que disfruté y recordaré por siempre. Y es que tenerlo frente a mí, haciendo lo que mejor sabía, me hizo evocar los momentos de compañía a través de su arte, al que conocí terminando mi etapa colegial y que continuó musicalizando mis años posteriores como parte importante de la banda sonora de mi periplo universitario. La música es fundamental en mi vida y, dentro de ella, Stone Temple Pilots ha escrito muchos de sus mejores episodios.

Por ello, la partida de Scott me duele, y mucho. Me duele como cuando tuve que despedirme de Ribeyro, García Márquez, Heath Ledger o Chespirito. Y es que la música, tanto como la literatura, el cine o la televisión, también es un medio para contar las más diversas historias, matizarlas según su contenido. Me cuesta procesar aún esta noticia, escribo estas líneas solo minutos después de enterarme de ella. Quizás sea la manera de combatir mi tristeza. Hoy el rock se muere en parte, llora por otro valiente soldado caído, ha perdido a uno de sus pilares, y sí, porque cuando hablemos de la historia de la música, el capítulo comprendido entre los 90’s y los primeros años del siglo XXI tendrá infinitos párrafos dedicados a Scott Weiland. Tan polémico como querido, incomprendido como genial, un alma atormentada y brillante a la vez, que luchó contra sus demonios hasta donde pudo y hoy nos dice adiós. Pero nos deja su obra, aquella que sobrevivirá a pesar de todo, porque artistas… personas como Scott Weiland, no serán olvidadas jamás. Gracias por tanto querido Scott, ahora ya puedes descansar y sonreír eternamente.


* Scott y The Magnificent Bastards, 1995.




No hay comentarios:

Publicar un comentario