sábado, 5 de abril de 2014

Destinatario celestial, remitente terrenal: Carta para Kurt



Querido "Kurco", hoy se conmemoran veinte años de tu crucial decisión, pero no quería hacer una semblanza de tus éxitos o tu vida, de eso se ha hablado hasta el hartazgo, y hoy se hablará aún más, simplemente quería expresar qué significaste para mí y para muchos que compartieron conmigo una época inolvidable dentro de la historia musical que hasta cierto punto se sintieron “descabezados” al perder a aquel líder y referente que nunca quiso serlo.
Era una noche otoñal de aquel día de abril de 1994 en que, como solía hacerlo, escuchaba la “radio rock en Lima” mientras preparaba mis tareas pendientes en la universidad. La programación se interrumpió abruptamente para dar la fatal noticia… la noticia de tu muerte. Recuerdo haberme quedado casi en shock, me imagino que así se sintió la anterior generación cuando se propagó la noticia del asesinato de Lennon, me imagino que así te sentiste tú aquella vez.
Debo confesarte que no era fan acérrimo de Nirvana, ya lo debes saber, pero era imposible no sentirse sutilmente atraído por el magnetismo de tu presencia escénica y la contundencia de tu mensaje. Yo caminaba por el rumbo que trazaban otras bandas de Seattle como la tuya, Alice in Chains, Soundgarden y Pearl Jam. Sé también que te sentías distinto a aquellas bandas, que pensabas que tu sendero era otro. Pero también ahora debes saber, tras el tiempo transcurrido, que eras también parte de ese grupo de escogidos al que no querías pertenecer.
Siempre tuve ciertas diferencias contigo, no entendía tu enojo con el resto del mundo, incluso contigo mismo. Eso terminó cuando leí la publicación de tu diario, y más allá de que en esos escritos destilabas mucha furia contra lo establecido, contra las bandas de Seattle que sentías que te copiaban y contra todo lo que te jodía, entendí que esas hojas llenas de furibunda catarsis tenían una razón de ser. Tu cuerpo y tu mente se habían sincronizado para hacerte daño, mientras tu cabeza no podía procesar la fama, tu estómago ardía y sólo la heroína podía calmar aquel incendio, por lo que nunca podrías salir de ese círculo vicioso de dolor, desazón e ira.
Aún así tu alma te salvó hasta donde pudo, te permitió escribir canciones que marcaron la década y a la historia del rock mismo. Himnos desenfrenados y desgarradores que con el tiempo pude comprender mejor, porque te comprendí a ti como persona.
Te convertiste, muy a tu pesar, en ídolo e ícono de mi generación, trataste de lidiar con la fama hasta que tu cerebro y tu cuerpo dijeron “¡Basta ya!”. Durante estos veinte años he leído y escuchado muchas “teorías” acerca de tu muerte, han criticado la decisión de acabar con tu propia vida, algunos incluso te han llamado cobarde, pero yo respeté siempre tu autosentencia por más dolorosa que haya sido, porque sólo tú conocías tus padecimientos y la agonía de tu sufrimiento emocional y corporal, porque cuando la vida misma es un infierno la muerte se convierte en el más placentero de los sueños por cumplir. Y si eso te dio la paz tan anhelada y te alivió, no hay nada que discutir.
Otros cuestionan tu importancia en la historia de la música, si fuiste “grande” o no, si está sobredimensionada tu capacidad y calidad artística, puede que sí, puede que no, la verdad no me importa, calificar al arte es imposible, a la música no se le pone nota aprobatoria, simplemente se le disfruta y sino pues no la escuchas, cambias de dial y punto. Lo que puedo decir desde mi perspectiva y vivencia es que acercaste el punk a nuevas generaciones, como la mía, los 90’s fueron casi la repetición necesaria y gloriosa de los 70’s.
Algunos más, también critican hasta el día de hoy tu relación con Courtney, de la que cada quien puede opinar lo que sea, pero siempre que estabas a su lado se percibía un aire de plenitud. Lo mismo siento cuando veo las imágenes con tu hermosa Frances en brazos, ella es tu legado físico, amabas a esa pequeña y me imagino que ella fue uno de los impedimentos para que no abandonaras esta dimensión mucho antes.
Kurt querido, sé que quisieras que te recordaran más por tu obra que por tu muerte, pero a veces eso ayuda, la curiosidad hacia tu legado musical se ha hecho más grande desde que partiste, tu música llegó a más oídos, sé que algunos lo hacen sólo el simple hecho de decir “yo escucho Nirvana” y así sentirse especiales pero sin entender mucho lo que aquello significa. No obstante también hay de los otros, los que no se ponen una camiseta con tu rostro (como sucede con el logo de Ramones) porque es “fashion rock”, sino porque es una manera de llevar tu esencia pegada en la piel y cerca del corazón.
Hoy hace veinte años el mundo cambió con tu viaje, la misma radio que me dio la noticia de tu muerte y que programaba tus canciones hoy te cataloga como "rock clásico", no sé qué pensarás de lo que hoy se escucha en las emisoras y cadenas musicales, aunque puedo imaginarlo y sonrío maliciosamente al visualizar cuál sería tu reacción. Por eso y más te respeto y, sobre todo, te extraño. Haces demasiada falta pero sé que allí donde te encuentras no hay más dolor físico ni mental, sólo paz, aquella paz que buscaste desde que naciste y hace dos décadas por fin pudiste encontrar, al menos eso quiero creer. Después de veinte años me atrevo a escribirte porque quizás tardé en comprenderte, pero el respeto siempre estuvo, lo más probable es que no leas estas líneas pero no encontré forma mejor de recordarte en un día como hoy.

Nos vemos a la vuelta, gracias por todo.   

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